Falsa crónica de una tarde etílico literaria en la que se pretendió buscar alguna utilidad a la literatura o lo que es lo mismo “¿si no me han leído para qué vienen a verme? Además yo aquí sólo tomo consejos porque saben a mezcal"
…De pronto, entre la multitud conmocionada, surgió la voz de una poetisa
en ciernes preguntando ¿Quién va a ganar el mundial Fadanelli? Fadanelli, con
el quinto mezcal de la tarde en mano –y dicen que no hay quinto malo, entonces tampoco hay sextos o séptimos u octavos o los que vengan malos, ¡qué más da!-, en un arranque de
comentarista deportivo, diserta sobre las posibilidades que tiene la selección
de Brasil de llevarse por séptima ocasión la copa del mundo. Enajenada y colérica surge, también entre la multitud, la voz -indignada
además- de una amante de las letras y el futbol y todo lo relacionado con estas
nobles y notables actividades -incluyendo la ingesta abundante y torrencial, casi
diluvial, de alcohol hecha por quienes las practican- reclamando un poco de atención
y respeto hacia su persona y a su tiempo, puesto que no había asistido
a tan erudita plática sólo para enterarse que el erudito ponente no era un erudito o
algo que a ella así le pareciera ¿Qué es eso de que Brasil puede ganar por séptima ocasión
la copa? O ¿Qué clase de tropo usó en la vilipendiada construcción “mollejas
inflamadas”? Ante tales cuestionamientos, la poetisa en ciernes palidece del
vagido que le dio al percatarse que había metido a Fadanelli en un atolladero
verbal ¿o bocal?, más grande que el que ya tenía con los mezcales, pero haciendo
gala de su astucia verborreica -casi diarreica- el consagrado mezcalófago al
grito de “no contaban con mi estulticia” se inventa una historia en la que
Brasil gana por séptima ocasión la copa en el mundial México 2030 y, ante tal
embestida verboetílica, la poetisa recupera el color, sonríe y piensa en lo
poético del acto. Uno en la mesa de conversación ipsofácticamente deja aflojar
y fluir los esfínteres. Otro más aplaude y gustoso, presagiando el final de la
charla, bebe su apenas segundo mezcal de la tarde. Alguien más repara en el hilo de
baba que ha sostenídose de su boca durante toda la charla, se limpia y, en un
instante, como un destello, la embriagues lo invade fulminante. El público huye
despavorido a sus casas para refugiarse de las letras y los letrosos al saberse
frente a la respuesta de ¿Para qué sirve la literatura, Maestro? Chiste,
chiste... Vos sos un capo de las letras y el arte, pero déjame adivinar ¿en qué
página de tu revista pusiste la nota que te mandé? Chaosito.