Por Eusebio Villalobos
Las once canciones que integran la reciente producción discográfica de Oscar Guzmán son una clara invitación a la conversación callada y ágil: al diálogo interno con nuestras ideas, o con nuestra idea en general, de aquél tema sobre el que tanto y bastamente se ha escrito: el amor. Son once variaciones a la insania que más disfruta el hombre.
Luna. La canción abre una puerta y nos conduce a diez más. Plantea una imagen por demás inquietante: la del hombre solo, hablando al viento en la bruma de la noche y, como un árbol que muda su follaje, deja caer sus palabras para poner punto final, como si se pudiera, al recuerdo de la amada que lo atormenta con inexplicables sentimientos… claro, es sólo una variación al tema, en el disco hay diez variaciones más.
La música, aún siendo contertulia de la palabra, compañera inseparable de la poesía; por momentos escapa de la letra a la que acompaña y juega a crear parajes de ensueño, atolones de belleza incomparable perdidos en el mar del sur esperando la vista que sepa apreciar; el oído que sepa escuchar y entender que el misterio se puede habitar en la melodía de una canción.
En “Luna” encontrarás siempre canciones dispuestas al amor, canciones que nos hablan de él entre lo arcano y lo claro. Encontrarás cicatrices dibujadas en la piel del autor: recuerdos de infancia, del lugar de sus vivencias, recuerdos de familia, de venturas y desventuras. Son memorias que suspiran ante el tajante presente frente a sus ojos. Al escuchar las canciones te darás cuenta que llevas las mismas cicatrices…
En fin, “Luna” son once rutas para hallar el verso perdido.
Sta. Cruz Huatulco, Marzo de 2011.